miércoles, 27 de diciembre de 2006

tus abrazos



Cada vez que sentía tus brazos enredados en mis hombros, ese perfume con sabor a almendras, tu pecho robusto jugando a ser mi almohada de lamentos... tu cuerpo conjugado a mi necesidad...




No puedo decirte cómo me has abrigado del mundo, me has enseñado que un abrazo a tiempo puede salvarte el alma, convertirse en una brisa cálida como el beso de un ángel. Aquella vez, cuánto lo necesitaba... mi utopía desgarrada a pedazos, arañada por las lágrimas que se deshacían en mis mejillas y buscaban el equilibrio al borde de mi mentón. El dorso de tu mano, elevando mi rostro, empardando nuestros ojos, la caricia acertada... el refugio, el cádiz. Y sentir que por un instante estaba en el claro de un bosque, y que no importaba lo oscuro que fuera el futuro, en mi presente, en ese instante, estabas vos... siempre presente, mi amigo, mi confidente, mi ilusión secreta.

Me desmoronaba, era una ruina, apenas podía respirar, pero no me soltaste, me dijiste simplemente: "No vale la pena", y ese abrazo de oso, firme y étereo al mismo tiempo, como si temieras romperme y a la vez no pudieras soltarme.

Tus abrazos fueron convirtiéndose en mi motivo, mi fuente, mi elixir... los fui necesitando, adorando, enalteciendo...

Hoy eres ese espíritu guardián, por el cual sueño y sonrío... eres el mago sin hechizos, que eclipsó mi corazón, un hado, un solsticio...
Eres mi todo, mi motivo, mi inspiración...
De tus abrazos me enamoré, tu ternura me eclipsó, tu amistad fue mi muelle, mi sostén, tu sonrisa un espejo de la mía... Gracias a ti, resucité y me convertí en la mujer que te anhela, te espera y adora...
Gracias por ser ese milagro... te amo.

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